En la temprana juventud, al contemplar la vida que tenemos por delante, somos como chicos en un teatro antes de que el telón se levante, sentados allí en la oscuridad, entusiasmados y ansiosos, esperando que la obra comience.
Es una bendicion que no sepamos lo que realmente va a suceder. De poder preverlo, hay veces en que los chicos parecerían prisioneros condenados, no a la muerte, sino a la vida, y hasta ese momento totalmente inconscientes de lo que la sentencia significa.
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